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El encanto de lo imperfecto

la perfección radica en esas pequeñas imperfecciones que caracterizan nuestro mundo.

Cualquiera de nosotros puede ser perfectamente imperfecto. Dentro de todos existe la voluntad de mejorar, la necesidad de ser más felices o la imagen utópica de nuestro mundo perfecto. Solo de nosotros depende, no tanto de construir algo perfecto, como sí algo mejor.


Un rasgo que llena de significado la vida, es la imperfección.



Ser imperfectos es ser nosotros mismos, con nuestros logros y satisfacciones, pero también con nuestras pérdidas y errores. La imperfección es esa huella que nos identifica, la que nos hace ser distintos de la persona que tenemos al lado y nos hacer ser auténticos. Todos cometemos errores. De hecho, el ensayo y el error es una de las bases más sólidas para el aprendizaje de cómo funciona el mundo y cómo funcionamos nosotros mismos, sobre todo para formar nuestros valores, actitudes y hábitos. Cometer errores es aprender sobre nosotros mismos. Todo se complica cuando los demás, en muchas ocasiones, sólo nos dicen las cosas que hacemos mal. Hay veces que las cosas no nos salen como nos gustaría. Pero cuando te ves a ti mismo como un perfecto ser imperfecto y te abres a lo desconocido, a lo nuevo e inexplorado que hay en ti, cuando te atreves a salir de tu zona de confort y a darte la oportunidad de ser más grande y capaz de lo que ya sabes que eres. Sólo cuando te atreves a alejarte lo suficiente de lo conocido como para perder de vista todo aquello que te sirve de apoyo y seguridad, puedes conquistar el otro lado del mundo.



Aceptar tu perfecto ser imperfecto despierta la mentalidad de riqueza, de abundancia y gratitud. Cuando ves en tus imperfecciones, pequeñas y grandes oportunidades de crecer, de evolucionar, de agrandar todo tu ser y embellecer tu vida, comienzas a amarte a ti mismo de una manera diferente y más auténtica.


De ahí el encanto de lo imperfecto. Serlo, aceptarlo y cambiar para mejorar, le da sazón a la vida, la llena de motivaciones, aunque sepamos que siempre tendremos que ir por más, hasta el final de nuestros días.



Y no es verdad. No somos perfectamente imperfectos, ni imperfectamente perfectos. Somos perfectos y punto. Sin peros, ni más aclaraciones. No hay nada en nosotros que esté mal hecho. Nada.




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